Es de noche, entras en una barraca en penumbra, solamente caben 50 personas bien apretadas… maquinitas, lunas, autómatas, trenes, elefantes, muñecos, tormentas, casitas, discotecas, estrellas fugaces, ángeles, mares, caja de música, sirenas…todo hecho de papel, alambre, deshechos y retales. El teatrito frágil de los Oligor se deshoja a la luz de una vela de cumpleaños, de una linterna con la que Valentín, en voz baja, te lleva al cajón donde guardaste tu primer beso… te acuerdas?
Hnos. Oligor
Senen y Jomi un día deciden encerrarse en un sótano a construir mecanismos, juguetes, inventos, maquinitas, miniaturas y autómatas. Esto les sirve de refugio a una época difícil. Deciden seguir jugando y al tiempo enfrentarse a la pérdida de la infancia, la ilusión, los sueños y el amor. Su universo decadente y entrañable comienza a llamar la atención de los familiares, vecinos y amigos que se adentran en el sótano. Se valen de cartón, alambre, objetos desechados y restos para de manera intuitiva hacer crecer esta instalación mecánica. A ella se van adhiriendo sus propias experiencias de vida. El proceso dura casi cuatro años y genera este teatrito mecánico-romántico. Al final se organizaban funciones para una docena de espectadores en el propio sótano y la voz acabó llegando hasta profesionales del teatro. Éstos llevados por la magia del trabajo los ayudan a convertir todo aquello en algo desmontable y transportable para poder mostrarlo en teatros y festivales. Las tribulaciones de Virginia, puro terrorismo sentimental.